La primavera en México es un lienzo que se pinta de vivos colores con cada flor que brota y cada fruto que madura. Pero entre esta paleta de tonos naturales, hay dos que resaltan por su importancia cultural y gastronómica: el amarillo y el naranja de la flor de calabaza. Este ingrediente, delicado y versátil, emerge como el protagonista de una estación que rebosa vida en los platos de nuestra cocina.
La flor de calabaza no es solo apreciada por su estética, sino que también es un manjar que se desliza con elegancia en el repertorio de la cocina tradicional mexicana. Su sabor suave y su textura sedosa la convierten en un elemento ideal para rellenar quesadillas, donde se acompaña de quesos que se derriten, abrazando la flor en un abrazo comestible. También se sumerge en el universo de sopas y guisos, donde aporta suavidad y un sutil toque de sabor primaveral. Un verdadero favorito en nuestro país.
Y mientras la flor de calabaza adorna los platos, el maíz no se queda atrás y reclama su rol protagónico en nuestra gastronomía. Este grano ha sido el corazón de la alimentación mexicana desde tiempos ancestrales. La llegada de la primavera nos presenta una oda al maíz en todas sus formas: desde los elotes asados o hervidos, untados con mayonesa, chile y queso, hasta las tortillas recién hechas que sirven de base para tacos y tamales. Aprovechemos la abundancia de estos ingredientes y honremos estos platillos ancestrales mientras los degustamos en su total esplendor esta temporada.