La cocina es un arte en constante evolución, y una de las herramientas más antiguas y apreciadas en la historia de la gastronomía es el horno de piedra. A lo largo de los siglos, los hornos de piedra han sido utilizados en diversas culturas para preparar una amplia gama de platillos, desde panes y pizzas hasta asados y platos tradicionales.
Una de las propiedades más destacadas de un horno de piedra es su capacidad para emitir calor radiante de manera uniforme. Las piedras almacenan calor de manera eficiente y luego lo irradian de manera constante y pareja sobre los alimentos que se cocinan en su interior. Esto significa que los platillos se cocinan de manera uniforme, con una textura y sabor inigualables.
Otra propiedad esencial es su capacidad para retener la humedad. A medida que los alimentos se cocinan en un ambiente húmedo creado por las piedras, se evita que se sequen, lo que resulta en platillos más jugosos y sabrosos. Esta característica es especialmente apreciada al hornear panes y pizzas, donde la humedad contribuye a la formación de una corteza crujiente y un interior tierno.
Su material no solo retiene la humedad, sino que también tiene la capacidad de transferir sabores y aromas únicos a los alimentos. Los poros de la piedra pueden absorber pequeñas cantidades de ingredientes, como aceite de oliva, hierbas y especias, que luego se liberan gradualmente durante la cocción. Esto agrega una dimensión de sabor extra a los platillos que es difícil de lograr en otros tipos de hornos.