El universo del queso es tan vasto como las culturas que lo elaboran. Cada región aporta técnicas, texturas y matices que reflejan su identidad culinaria. Entre los estilos más representativos destacan cuatro que muestran la diversidad global: burrata, roquefort, gruyère y queso manchego artesanal. Suaves, intensos, afrutados o salinos, juntos trazan un mapa sensorial que explica por qué el queso es un lenguaje universal.
Burrata: la suavidad de Apulia
Originaria del sur de Italia, la burrata es sinónimo de frescura. Su exterior de mozzarella guarda un centro cremoso de stracciatella que se desborda al cortarla. Es delicada, láctea y perfecta con tomates, aceite de oliva o pan rústico. Su encanto está en la simpleza: pocos quesos logran tanta riqueza con tan poco.

Roquefort: la intensidad azul de Francia
Considerado uno de los quesos más emblemáticos del mundo, el roquefort se madura en cuevas naturales donde adquiere sus vetas azules y su sabor profundo. Es salino, complejo y ligeramente picante. Va de maravilla con uvas, nueces, mieles y vinos dulces. Un queso para quienes aman los sabores que dejan memoria.

Gruyère: el equilibrio suizo
El gruyère suizo es un queso firme y aromático con notas afrutadas y ligeramente tostadas. Se funde de forma impecable, por lo que es protagonista en fondues, croques y sopas gratinadas. Su versatilidad lo convierte en uno de los quesos más apreciados de Europa Central. No necesita alardes: es técnica pura.

Manchego artesanal: sabor español con historia
El manchego, elaborado con leche de oveja en La Mancha, posee una textura firme y un sabor mantecoso que evoluciona según su añejamiento. Los jóvenes son suaves y lácteos; los curados, intensos y ligeramente picantes. Es ideal con membrillo, aceitunas, vinos tintos o pan campesino. Un clásico mediterráneo que nunca falla.

Un mundo contado en cuatro quesos
De la suavidad de la burrata al carácter del roquefort, pasando por el equilibrio del gruyère y la profundidad del manchego, queda claro que el queso es un patrimonio global en constante evolución. Cada uno refleja territorio, técnica y cultura; juntos conforman un mapa delicioso que vale la pena explorar.
