Las tartas de Belém, conocidas también como pastéis de nata, son uno de los postres más emblemáticos de Portugal. Su origen se remonta al siglo XIX, cuando los monjes del monasterio de los Jerónimos, en el barrio lisboeta de Belém, comenzaron a venderlos tras la disolución de las órdenes religiosas. Su receta original sigue siendo un secreto guardado por la Fábrica dos Pastéis de Belém, pero hoy existen múltiples versiones que respetan la esencia de este dulce: masa hojaldrada crujiente y una crema suave con sabor a vainilla y canela.
Aunque pueden parecer laboriosas, hacerlas en casa es posible con algunos trucos y buena técnica. Esta receta busca replicar el equilibrio perfecto entre textura y sabor, manteniendo el espíritu tradicional de este icónico postre portugués.
Ingredientes (para 12 tartas)
– 1 lámina de masa de hojaldre (preferentemente rectangular)
– 250 ml de leche entera
– 150 ml de crema para batir
– 150 g de azúcar
– 1 cda de harina de trigo
– 5 yemas de huevo
– 1 cdita de extracto de vainilla
– Canela en polvo al gusto
– Cáscara de un limón
– Molde para cupcakes o tartaletas
Preparación
- Precalienta el horno a 230 °C y engrasa ligeramente un molde para tartaletas.
- Extiende la masa de hojaldre sobre una superficie limpia y enróllala desde el lado más largo, formando un cilindro apretado. Corta en 12 rebanadas iguales y presiona cada una en los huecos del molde, estirando hacia los bordes para formar la base de las tartas.
- En una cacerola, mezcla la leche, la crema, el azúcar, la harina y la cáscara de limón. Cocina a fuego medio sin dejar de mover, hasta que la mezcla espese ligeramente. Retira del fuego, elimina la cáscara y deja entibiar.
- Añade las yemas y la vainilla a la mezcla templada, integrando bien.
- Llena cada base de hojaldre con la crema hasta casi el borde.
- Hornea durante 15-20 minutos, o hasta que la superficie esté dorada con algunas manchas oscuras.
- Deja enfriar un poco antes de desmoldar y espolvorea con canela en polvo al gusto.
Estas tartas se disfrutan mejor tibias, recién horneadas, aunque también son deliciosas frías. Perfectas para acompañar con un espresso, un vino de Oporto o simplemente como un homenaje casero a la repostería portuguesa.